Si algo causó furor desde la creación de la Liga Boliviana de Basquetbol (Libobásquet) en 2013 fue la inclusión de los jugadores estadounidenses. Con estaturas que en muchos casos superan los dos metros y una presencia imponente que simula la de aquellos gigantes basquetbolistas de la soñada NBA, los refuerzos extranjeros han llegado a Bolivia para quedarse y hacer delirar al público local con un escenario que trata de imitar al baloncesto más exquisito.
Sin embargo, estos jugadores están lejos de esa vida idílica y llena de lujos que ostentan personajes brillantes como LeBron James o Patrick Ewing, figuras estelares mundiales.
Vienen del Bronx, esa ciudad norteamericana estigmatizada que en esta parte del mundo es más conocida por su alto grado delictivo.
Es ahí cuando cobra sentido la frase invertida y paradójica “el sueño sudamericano”, haciendo alusión al tradicional “sueño norteamericano”, en el que el protagonista es el obrero latino que busca un mejor destino y emigra hacia el norte. En el caso de los basquetbolistas que llegan hasta Bolivia, la urgencia es conseguir ligas representativas que les den la oportunidad de triunfar, aunque a otra escala, evidentemente.
ESTRELLATO FUGAZ Los refuerzos que formaron parte de Peñarol en las ediciones pasadas de la Libobásquet vivieron una suerte de “estrellato momentáneo”. Cientos de autógrafos y pedidos de fotografías fueron las constantes. De pronto, se encontraron con un público fiel que admiraba cada uno de sus movimientos, un regalo que ninguno quiso rechazar.
“Vienen como estrellas de Hollywood. Se sacan fotos en las calles, los invitan a diferente actividades en colegios y son muy sociables con los niños. Eso les gusta. Se van felices y luego quieren volver. Son los actores de las fiestas”, detalla el entrenador de Peñarol, Marco Corrales.
El técnico comenta también que el club dispuso de habitaciones en hoteles para cada uno de los jugadores. Cuando los mismos no ofrecían servicio de Wifi, la dirigencia tenía incluso que comprar tarjetas prepago para sus teléfonos móviles.
En cuanto a la alimentación, les ofrecen 100 bolivianos a diario, monto con el que pueden elegir en el abanico gastronómico cochabambino.
A pocos días del inicio de la tercera edición liguera, la directiva quillacolleña ya cerró sus planillas y optó por tres estadounidenses, entre los que figura Kristopher Clark, un basquetbolista de 29 años que promete ser sensación en la Llajta.
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